¿Y si finaliza el
bipartidismo en elecciones de EEUU?
por Armando Martini Pietri
Los candidatos presidenciales ya seleccionados por los dos grandes
partidos tradicionales de Estados Unidos, Donald Trump por el Republicano y
Hillary Clinton por el Demócrata, son las propuestas con mayores porcentajes a
favor, mayores cantidades de dinero para financiar sus campañas -siempre
colosalmente costosas e intensas- y las mayores controversias que, en esta
oportunidad han penetrado cuestiones profundas y polémicas en la historia
americana: la inmigración masiva y el siempre explosivo tema racial
Pero esos candidatos tienen otra mayoría que es igualmente
característica de la realidad estadounidense actual. Ambos, cada uno en su
campo, presentan también, en todas las encuestas, los más altos porcentajes de
rechazo popular. Son demasiados los electores de todas las razas, sexos y
grupos socioeconómicos, esencialmente en las grandes ciudades -que son muchas y
densas en Estados Unidos- no están convencidos por Trump ni por Clinton e,
incluso, prefieren no votar que sufragar por alguno de ellos.
Así las cosas, deberíamos analizar opciones que han sido poco comentadas
en ese país y en los medios de comunicación, pero que existen, son reales,
activas y, tomen nota, en crecimiento.
A la izquierda está el Partido Verde, no demasiado popular en el elector
tradicional conservador estadounidense, pero con una ideología “políticamente
correcta” y de actualidad, la preservación del ambiente. Si bien son muchos los
errores y confusiones en este campo que se debate entre la ciencia y la
ciencia-ficción, no es posible negar su importancia fundamental, aunque el
hecho de que la ecología debe ser muy tomada en cuenta por los gobiernos
modernos, eso no significa que un ecologista, por el hecho de serlo sea también
mejor Presidente que Obama, Trump o Clinton. En cualquier caso hay que prever
que el entusiasmo conservacionista podría sumar algunos de los votantes que
estuvieron respaldando con especial apoteosis al demócrata izquierdista Bernie
Sanders, cuyos votos, realmente pesaron en la carrera frente a Hillary Clinton,
el anciano precandidato decidió endosar a su adversaria triunfadora, una
voluntad no necesariamente transferible con las diferencias ideológicas abismales
entre el aparato de la centroderechista -por calificarla de alguna manera-
Clinton y el izquierdista extremo (para los cánones norteamericanos) Sanders;
muchos de esos votantes jóvenes, que hoy miran hacia la abstención, bien podrían
encontrar atractivos en las tesis verdes.
A la derecha, bien a la derecha, más acá incluso de los republicanos,
está el ya veterano Partido Liberal o Libertario, con varios fracasados
intentos electorales en diversos procesos, y en esta oportunidad con un
candidato ya lanzado y trabajando por su candidatura, Gary Earl Johnson exitoso empresario y muy popular ex-gobernador del estado de Nuevo México.
Quizás sea bueno recordar en este momento que presidentes muy conocidos,
algunos muy controversiales, de Estados Unidos, saltaron a la Casa Blanca
después de ser gobernadores. Para sólo citar algunos sin orden ni concierto,
Jimmy Carter (Georgia),
Ronald Reagan (California), Bill Clinton (Arkansas), Richard Nixon
(California), Lyndon Johnson (Texas), George Bush Sr. (Texas), entre muchos
otros. En el actual proceso electoral ninguno de los dos candidatos ha sido
gobernador; Clinton ha sido funcionaria de muy alto rango y senadora por Nueva
York, Donald Trump es un empresario inmobiliario sin ninguna experiencia ni en
partidos ni gobiernos.
Con su candidato Johnson ya electo, célebre y examinado, con edad
apropiada y buen porte, el Partido Liberal propone un concepto muy querido para
muchos ciudadanos urbanos y rurales en Estados Unidos, una administración
gubernamental limitada a lo estrictamente necesario, dejando a la gente la
máxima libertad de acción posible; en otras palabras, el sueño tradicional de los
pioneros y de los fundadores de aquellos Estados Unidos de las trece colonias,
y que muchos estadounidenses mantienen vigente hoy en día. La compleja
legislación regional, que diferencia casi taxativamente entre lo federal, lo
estadal y lo municipal, no es simple casualidad. Es una realidad que se conoce,
se respeta y se cumple. Hay una administración y una legislación federal, pero
sólo se imponen en temas y ocasiones concretas y especiales.
Hay que reconocer que un triunfo en noviembre de cualquiera de esos dos
partidos es muy difícil frente al poder y las maquinarias Demócratas y
Republicanas. ¿Pero qué pasaría si el amplio rechazo a Trump y a Clinton no se
va a la abstención sino a las tesis muy de izquierda de los verdes y muy
conservadoras de los liberales?
Sería el final del bipartidismo y el triunfo de lo que podríamos
denominar la tercera vía. Parece muy poco probable, pero aquí no estamos
hablando de que verdes o liberales alcancen la Casa Blanca. Estamos pensando en
que los rechazos a Trump y a Clinton parecen ser muy activos y podrían así no
limitarse a la abstención, sino que se redirijan hacia alguno de esos partidos
o los dos, y se generen nuevas fuerzas en el Congreso y diversos sectores de la
vida política estadounidense.
Tras el complicado y a veces confuso de predecir y comprender Gobierno
de Barack Obama -un amigo nos decía, no sin ironía, que “lo mejor del Gobierno
de Obama han sido Michelle, las dos niñas y el perrito”, podríamos empezar a
ver la erosión del dominio de los grandes partidos y de la facilidad de sus
acuerdos -Obama gobernó con una mayoría republicana- y encontrarnos, desde
2017, con un Congreso mucho más variado ideológicamente, algo que podría llevar
a cambios en muchas cosas.
Algo como eso puede también ser el inicio para que en las próximas
legislaturas estatales y nacionales comiencen a surgir referencias importantes
de estos partidos fuera del status quo, y que empiecen a convertirse en serios
problemas y hasta amenazas para quienes a pesar de criticar con dureza, de cómo
se realizan las cosas en Washington cuando asumen el cargo de presidentes, de
ministros y otras altas responsabilidades del Estado se dan cuenta cuando
empiezan a ejercer sus cargos de lo trascendental, lo complejo y difícil que es
dar al traste con esa peculiar forma de manejar los asuntos que, no mucho
después se dejan vencer por la propia realidad -eso que llaman “real politik” o
“praxis política”, al final quedan agotados, vencidos y terminan cediendo al
poder del congreso con la mayoría o los pactos que se hagan, y a poderes
enormes como el Pentágono, alrededor del cual giran monumentales intereses
económicos y políticos, intereses de poder; a poderes como los grupos
empresariales en Wall Street, para sólo citar unos pocos y por encima.
El imperio –como los bolivarianos y otros comunistas mucho antes que
ellos describen a USA- parece estar a las puertas de un gran viraje, cuyas
posibles consecuencias aún no sabremos, pero sin duda cambiarán al mundo y
surtirán efectos, consecuencias que nadie puede predecir o imaginarse siquiera.
Y esos resultados, con Donald Trump o Hillary Clinton, Demócratas o Republicanos,
Verdes o Liberales, con todos combinados en cualquier proporción, tendrán
inevitablemente secuelas en Venezuela. Le guste o no a Nicolás Maduro, sus
bayonetas y el Psuv, quiéranlo o no los octogenarios que siguen jugándose el
destino de Cuba y el petróleo de Pdvsa -entre otros latrocinios.
@ArmandoMartini
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