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lunes, 8 de agosto de 2016

¿Y si finaliza el bipartidismo en elecciones de EEUU? por Armando Martini Pietri


¿Y si finaliza el bipartidismo en elecciones de EEUU? 
por Armando Martini Pietri

Los candidatos presidenciales ya seleccionados por los dos grandes partidos tradicionales de Estados Unidos, Donald Trump por el Republicano y Hillary Clinton por el Demócrata, son las propuestas con mayores porcentajes a favor, mayores cantidades de dinero para financiar sus campañas -siempre colosalmente costosas e intensas- y las mayores controversias que, en esta oportunidad han penetrado cuestiones profundas y polémicas en la historia americana: la inmigración masiva y el siempre explosivo tema racial

Pero esos candidatos tienen otra mayoría que es igualmente característica de la realidad estadounidense actual. Ambos, cada uno en su campo, presentan también, en todas las encuestas, los más altos porcentajes de rechazo popular. Son demasiados los electores de todas las razas, sexos y grupos socioeconómicos, esencialmente en las grandes ciudades -que son muchas y densas en Estados Unidos- no están convencidos por Trump ni por Clinton e, incluso, prefieren no votar que sufragar por alguno de ellos.

Así las cosas, deberíamos analizar opciones que han sido poco comentadas en ese país y en los medios de comunicación, pero que existen, son reales, activas y, tomen nota, en crecimiento.

A la izquierda está el Partido Verde, no demasiado popular en el elector tradicional conservador estadounidense, pero con una ideología “políticamente correcta” y de actualidad, la preservación del ambiente. Si bien son muchos los errores y confusiones en este campo que se debate entre la ciencia y la ciencia-ficción, no es posible negar su importancia fundamental, aunque el hecho de que la ecología debe ser muy tomada en cuenta por los gobiernos modernos, eso no significa que un ecologista, por el hecho de serlo sea también mejor Presidente que Obama, Trump o Clinton. En cualquier caso hay que prever que el entusiasmo conservacionista podría sumar algunos de los votantes que estuvieron respaldando con especial apoteosis al demócrata izquierdista Bernie Sanders, cuyos votos, realmente pesaron en la carrera frente a Hillary Clinton, el anciano precandidato decidió endosar a su adversaria triunfadora, una voluntad no necesariamente transferible con las diferencias ideológicas abismales entre el aparato de la centroderechista -por calificarla de alguna manera- Clinton y el izquierdista extremo (para los cánones norteamericanos) Sanders; muchos de esos votantes jóvenes, que hoy miran hacia la abstención, bien podrían encontrar atractivos en las tesis verdes.

A la derecha, bien a la derecha, más acá incluso de los republicanos, está el ya veterano Partido Liberal o Libertario, con varios fracasados intentos electorales en diversos procesos, y en esta oportunidad con un candidato ya lanzado y trabajando por su candidatura, Gary Earl Johnson exitoso empresario y muy popular ex-gobernador del estado de Nuevo México. Quizás sea bueno recordar en este momento que presidentes muy conocidos, algunos muy controversiales, de Estados Unidos, saltaron a la Casa Blanca después de ser gobernadores. Para sólo citar algunos sin orden ni concierto, Jimmy Carter (Georgia), Ronald Reagan (California), Bill Clinton (Arkansas), Richard Nixon (California), Lyndon Johnson (Texas), George Bush Sr. (Texas), entre muchos otros. En el actual proceso electoral ninguno de los dos candidatos ha sido gobernador; Clinton ha sido funcionaria de muy alto rango y senadora por Nueva York, Donald Trump es un empresario inmobiliario sin ninguna experiencia ni en partidos ni gobiernos.

Con su candidato Johnson ya electo, célebre y examinado, con edad apropiada y buen porte, el Partido Liberal propone un concepto muy querido para muchos ciudadanos urbanos y rurales en Estados Unidos, una administración gubernamental limitada a lo estrictamente necesario, dejando a la gente la máxima libertad de acción posible; en otras palabras, el sueño tradicional de los pioneros y de los fundadores de aquellos Estados Unidos de las trece colonias, y que muchos estadounidenses mantienen vigente hoy en día. La compleja legislación regional, que diferencia casi taxativamente entre lo federal, lo estadal y lo municipal, no es simple casualidad. Es una realidad que se conoce, se respeta y se cumple. Hay una administración y una legislación federal, pero sólo se imponen en temas y ocasiones concretas y especiales.
Hay que reconocer que un triunfo en noviembre de cualquiera de esos dos partidos es muy difícil frente al poder y las maquinarias Demócratas y Republicanas. ¿Pero qué pasaría si el amplio rechazo a Trump y a Clinton no se va a la abstención sino a las tesis muy de izquierda de los verdes y muy conservadoras de los liberales?

Sería el final del bipartidismo y el triunfo de lo que podríamos denominar la tercera vía. Parece muy poco probable, pero aquí no estamos hablando de que verdes o liberales alcancen la Casa Blanca. Estamos pensando en que los rechazos a Trump y a Clinton parecen ser muy activos y podrían así no limitarse a la abstención, sino que se redirijan hacia alguno de esos partidos o los dos, y se generen nuevas fuerzas en el Congreso y diversos sectores de la vida política estadounidense.

Tras el complicado y a veces confuso de predecir y comprender Gobierno de Barack Obama -un amigo nos decía, no sin ironía, que “lo mejor del Gobierno de Obama han sido Michelle, las dos niñas y el perrito”, podríamos empezar a ver la erosión del dominio de los grandes partidos y de la facilidad de sus acuerdos -Obama gobernó con una mayoría republicana- y encontrarnos, desde 2017, con un Congreso mucho más variado ideológicamente, algo que podría llevar a cambios en muchas cosas.

Algo como eso puede también ser el inicio para que en las próximas legislaturas estatales y nacionales comiencen a surgir referencias importantes de estos partidos fuera del status quo, y que empiecen a convertirse en serios problemas y hasta amenazas para quienes a pesar de criticar con dureza, de cómo se realizan las cosas en Washington cuando asumen el cargo de presidentes, de ministros y otras altas responsabilidades del Estado se dan cuenta cuando empiezan a ejercer sus cargos de lo trascendental, lo complejo y difícil que es dar al traste con esa peculiar forma de manejar los asuntos que, no mucho después se dejan vencer por la propia realidad -eso que llaman “real politik” o “praxis política”, al final quedan agotados, vencidos y terminan cediendo al poder del congreso con la mayoría o los pactos que se hagan, y a poderes enormes como el Pentágono, alrededor del cual giran monumentales intereses económicos y políticos, intereses de poder; a poderes como los grupos empresariales en Wall Street, para sólo citar unos pocos y por encima.

El imperio –como los bolivarianos y otros comunistas mucho antes que ellos describen a USA- parece estar a las puertas de un gran viraje, cuyas posibles consecuencias aún no sabremos, pero sin duda cambiarán al mundo y surtirán efectos, consecuencias que nadie puede predecir o imaginarse siquiera.

Y esos resultados, con Donald Trump o Hillary Clinton, Demócratas o Republicanos, Verdes o Liberales, con todos combinados en cualquier proporción, tendrán inevitablemente secuelas en Venezuela. Le guste o no a Nicolás Maduro, sus bayonetas y el Psuv, quiéranlo o no los octogenarios que siguen jugándose el destino de Cuba y el petróleo de Pdvsa -entre otros latrocinios.

@ArmandoMartini

  

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